sábado, octubre 01, 2005

Paz en su tumba


Ahora que falta tan poco para saberme “salvada”, pienso aterrada en como pude resistir tanto dolor y tanto desamor. Pasaba los días y ni se diga las noches llenas de vacíos, de esperas interminables, de tristezas profundas, tenía caricias falsas, y ocasionales encuentros apasionados donde solo yo ponía el amor que se requería para tal acto, y no veía la luz al final del túnel macabro en que por su culpa estaba metida.
Ahora esa luz la veo y me ilumina tanto que debo cerrar los ojos para que no me deslumbre tanta esperanza. Casi soy feliz, y ahora camino mas erguida por que quiero que me vean, que me admiren, que me deseen. Ahora adoro las noches por que viajo siempre al mundo que se me antoje, sueño tranquila locuras que al despertar río, y me levanto con el pie derecho.
La soledad la administro yo, va y viene cuando yo quiero, ya aprendió a pedirme permiso y por fin pusimos las reglas a seguir.
Ojos verdes, ojos negros, ámbar, labios gruesos y delgados, pelos de punta, rojos y negros, manos largas, manos fuertes, voces suaves, voces roncas, tantas caras que mirar, tanto de que opinar, tanto que esperar.
Vuelvo a creer, a confiar en el parcero, en la familia, y más importante, ahora creo mucho en mi, me creo valiosa, por que eso me dicen siempre.
Voy lenta en este cambio, temores me quedaron, y ser precavida no está mal, trato siempre de no recordar esa historia inmediata que viví en que el color gris se pegaba a mis retinas, y me hacía ver mi vida como en una sala de velación sin muerto aún.
“Me sentaré a ver pasar el cadáver de mi enemigo”: no lo quiero cadáver a él, pero si veo pasar la muerte de un amor asesinado mas de cien veces. Paz en su tumba, te voy a extrañar.

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