sábado, enero 21, 2006

Los domingos


Siempre odié los domingos. Eran días sosos, llenos de lamentos por la noche anterior, días en pijama, días de comer en cama, ver tv, bañarse en la tarde y tomar muchas coca colas. Pero un día, que no era domingo, mi concepto sobre ellos cambió, me sorprendí, y empecé a querer que los días pasaran y llegara por fin el domingo. Abría los ojos con pereza y cuando mi cerebro aun dormido descubría que día era, se activaba tan rápido que me sorprendía. ¡Era domingo! Mi domingo, mi día, el día que me había sido asignado, el día feliz, el día de sol, el día de los ratones.
La mesa estaba puesta, los fogones ansiosos por cocinar, los delantales puestos, los hielos en el vaso, el olor del ajo asesinando los estómagos vacíos. Domingo al medio día, domingo de comida, domingo delicioso. Domingos a tu lado. Domingos felices.
Y todo volvió a ser lo de antes. No quiero abrir los ojos, no quiero que mi cerebro se active, no quiero saber que es domingo, no quiero despertar, no quiero extrañarte, no quiero ya comer.
Domingos asesinos, días sin ganas, días de lluvia, días de soledad, odio de nuevo los domingos, odio no tenerte, odio sentirme así.